Jan, a quien había amado, y aún seguía amando, poseía un don supremo de encanto personal unido a una cierta ingenuidad. Sus impresiones, todas, las guardaba para sí, quedándose anclado en ellas por meses, por años. Su aspecto agradable, se condecía muy bien con su cabello enmarañado, oscuro como el castaño y siempre en desorden por el natural rizado. Jan poseía unos ojos que sonreían al hablar, con abundancia de pestañas las que le conferían una mirada soñadora, nariz algo ancha y mentón recto que encuadraba en perfecto ángulo en su rostro más bien cuadrado.
De una ternura inusitada, como niño que no ha terminado aún de crecer, poseía además a juicio de todos, una simpatía que no requería de esfuerzo para mostrarse sonriente.
Era afable, cariñoso y de natural generoso. Su sonrisa afloraba inmediata cuando veía venir hacia sí, a quién quiera que fuese. Más, no lograba salir de sus adentros para recibir mis confidencias y asumirlas. Y terminaba yo callando y escuchándolo a él, pues lo necesitaba.
It’s easy to focus on the negative