Triev Záitsev tenía la misma edad de Andriev y habían ingresado juntos a la Escuela de suboficiales del Servicio de Inteligencia en Minsk, Bieloru- sia. Al término de la era de la Unión Soviética la intrucción de la escuela se trasladó y ambos se fueron a Moscú.
De estatura alta, nariz aguileña y ojos muy razgados, inspiraba al sonreír un efecto de desconfianza, como si al reír, se burlara. Su inteligencia aguda no pasaba desapercibida siendo depositario de altos cometidos, pero combinado con una exagerada dosis de ambición. Estas motiva- ciones pequeñas –creo que no hay nada más pequeño que la ambición excesiva– le hacían llevar una vida limitante, de celos, traiciones y errores. Cada golpe que recibía le asignaba un nombre y un mismo culpable y así fue sumando odios y asechanzas hacia Andriev. Su insidia se había desatado. Y él mismo advertía que no podía controlarlo.
